Diccionario Pánico, de Fernando Arrabal
Libros del Innombrable
Por Iván Humanes Bespín
Quien haya seguido las colaboraciones dominicales de Fernando Arrabal habrá tenido acceso al universo de Arrabal en esencia pura. Esas definiciones, jaculatorias y “arrabalescos” que se han venido publicando, se han recogido en buen número en el Diccionario Pánico que edita Libros del Innombrable, con prólogo (a la primera edición) de Emilio Pascual y también de su editor, Raúl Herrero.
Este nuevo Diccionario Pánico tiene como antecedente otro anterior publicado bajo el sello Ediciones de escritores españoles extranjeros, en 1998 y con edición de Polluz Hernúñez, y que recogía una tercera parte de los términos incluidos en la nueva edición. Precisamente, el carácter de obra hacia el futuro, en creación permanente, es uno de los rasgos de este Diccionario, que se abre como lugar de encuentro con el lector, sabiduría, y broma (no es menos significativo que al definir “Diccionario”, el autor se recree en la aparición del humor en el Diccionario de la Academia Francesa). Lo que ha fascinado a Arrabal y actúa como motor de su obra aparece en sus páginas: el ajedrez (Kamsky es el mejor ajedrecista vivo), Mandelbrot (“su cerebro sigue estando en gracia como un arrabal junto al cielo.”), Houllebecq, Perelman, Kundera, la Liga de los Poetas, Duchamp, la ´Patafísica, Fando y Lis, su Teatro y sus “teatristas”, Benjamin Ivry, la genialidad, el fanatismo, etc. Temas que reaparecen y se retoman, se afinan y dan continuidad a la idea, que es movimiento.
Milan Kundera ha definido con brillantez ese universo: “un mundo fantástico que no se parece a nada conocido o imaginado; el grado de su desemejanza alcanza el límite de lo concebible: sólo se asemeja a sí mismo.” En sus definiciones, como en su obra, Arrabal es capaz no sólo de improvisar y apresar una nota musical (que es nota literaria) desde lo más recóndito de la espontaneidad (oculto a la vista y a lo evidente, reservado sólo para genios), sino que además la hace sonar inteligente y única y le procura una condición total, de conocimiento total; se procura una nota literaria que es esférica en cuanto a su perfección y extrañeza en cuanto a su esencia.
Es inconcebible resumir o apresar en lo mínimo el sentido y objeto del Diccionario; cada acepción forma parte del universo del autor y da pista (o insinúa) la senda hacia la comprensión de su obra. Arrabal sin su Diccionario Pánico no sería Arrabal. Como se apunta en el prólogo: “Podríamos afirmar que el Diccionario Pánico (y patafísico) constituye una superficie límpida y espejada en la que Arrabal se contempla para devolvernos su reflejo”. Esta cuidada edición de Libros del Innombrable, además del Diccionario incorpora un nutritivo apéndice, donde se dan cita durante unas cien páginas los incisivos arrabalescos y jaculatorias (eyaculaciones, del latín “jaculari”) del autor.
Es posible que el Diccionario guarde su motivo secreto, la fórmula que sea génesis y movimiento del “Cosmos Arrabal”. Es posible que lo más cercano a ello sea la definición del pánico del Tercer Milenio, allí se dan los nuevos fundamentos del hombre pánico (y del Diccionario): “Soy medio patafísico, medio matemático, medio superdotado, medio surrealista, medio ajedrecista, medio pánico, medio loco y además todo revuelto en plena confusión. [µ¨(1/2+1/2+1/2)²]. Lo único que siento: no ser otro). Eso sí, como vemos en una de sus jaculatorias, la originalidad de su obra no se puede capturar: “Que el pánico no existió nunca lo corroboran los egregios cuando plagian lo que creen que es.”